Pero me equivoqué, aprendí que una sonrisa forzada borra la tristeza por un instante fugaz, pero no para siempre. Aprendí que el coraje y la valentía no son el no mostrar tu sentimientos al exterior, y dejar que te corroan por dentro, si no el hacerles frente.
Así que me levanté de la cama, con la determinación de vencer, me limpié las lágrimas de los ojos, y luché. Luché para valorarme más, luché para ser feliz.
Primero ámate a ti, y luego a los demás, me dije.
Así que le planté cara a la tristeza y al miedo de quedarme sola.
La próxima vez que floreció una sonrisa en mi cara, fue por que era feliz, feliz no por que mi vida fuese un camino de rosas, si no por que había aprendido a esquivar las espinas.
Me ha gustado tu blog, me quedaré por aquí, pero no veo gadget para seguirte!
ResponderEliminarUn abrazo!
ohh muchas gracias, por pasarte y por comentar, es un placer que te guste. Siempre anima que digan cosas asi ;)
ResponderEliminarun saludo